jueves, 27 de enero de 2011

Blog con estilo... ¡Muchas gracias!


El lunes recibí una estupenda sorpresa. Recibí un regalo: un premio con el nombre “BLOG CON ESTILO”. Me ha llegado de manos de Katy, de Pasitos Cortos. Ha considerado que mi blog era merecedor de dicho galardón y lo acepto con mucho gusto. Tengo que contaros que su blog es cálido, positivo, cercano, ameno y lleno de emociones. La foto inicial en su blog ya os da una idea de cómo es ella, de lo que la importa y mueve en la vida. Merece la pena que paséis por allí y la conozcáis. Este es su espacio http://katy-pasitoscortos.blogspot.com/


Empezar la semana con un premio que reconoce el estilo me parece genial y os puedo decir que me ha hecho mucha ilusión por su originalidad. Y ahora me toca compartirlo con diez personas, y lo hago encantada. Ahí van las personas a lasque quiero enviarles este regalo:


J. Marcos B de http://tao-sai.blogspot.com/

Joshua Naraim de http://jnaraim.blogspot.com/2011/01/la-mentira-de-la-verdad.html

Mª Jesús de http://brisademociones.blogspot.com/2010/05/el-ser-interior.html

Montse Vila de http://buenhabit.blogspot.com/

María de http://artedesuperarte.blogspot.com/

Humberto de http://humbertodib.blogspot.com/

Nathalie de http://nbizcocho.blogspot.com/

Antonio de http://lasonrisadehiperion.blogspot.com/

Mª José de http://aguadecolores.blogspot.com/2011/01/saber-dar.html

Aguabella de http://aguabellapersonal.blogspot.com/


Mis seleccionadas/os sois libres de aceptarlo o no, así como de hacer con él lo que consideréis más conveniente. Eso sí, si lo aceptáis os pido que lo compartáis con otras diez personas.



¡GRACIAS, KATY!

viernes, 21 de enero de 2011

La soberbia del Arbol

Me gustaría compartir con vosotros/as una leyenda tibetana que ha llegado a mis manos y que está relacionada con el post anterior sobre la soberbia. Os puede ser útil a la hora de educar a vuestros/as hijos/as. Os dejo la lectura para que reflexionéis. Se titula: LA SOBERBIA DEL ARBOL.


Dicen que hace muchísimo tiempo a los árboles no se les caían las hojas Y sucedió que un anciano iba vagando por el mundo desde joven, su propósito era conocerlo todo. Al final estaba muy pero que muy cansado de subir y bajar montañas atravesar ríos, praderas y andar y andar.


De manera que decidió subir a la más alta montaña del mundo, desde donde, quizás, podría ver y conocerlo todo antes de morir.


Lo malo es que la montaña era tan alta que para llegar a la cumbre había que atravesar las nubes y subir más alto que ellas. Tan alta que casi podía tocar la luna con la mano extendida.


Pero al llegar a lo más alto, comprobó que solo podía distinguir un mar de nubes por debajo suyo y no el mundo que deseaba conocer.



Resignado decidió descansar un poco antes de continuar con su viaje.



Siguió andando hasta que encontró un árbol gigantesco. Al sentarse a su gran sombra no pudo menos que exclamar:


—¡Los dioses deben protegerte, pues ni la ventisca ni el huracán han podido abatir tu grandioso tronco ni arrancar una sola de tus hojas!

—Ni mucho menos, —contestó el árbol sacudiendo sus ramas con altivez y produciendo un gran escándalo con el sonido de sus hojas—, el maligno viento no es amigo de nadie, ni perdona a nadie, lo que ocurre es que yo soy más fuerte y hermoso. El viento se detiene asustado ante mí, no sea que me enfade con él y lo castigue, sabe bien que nada puede contra mí.


El anciano se levantó y se marchó, indignado de que algo tan bello pudiese ser tan necio como lo era ese árbol.


Al rato el cielo se oscureció y la tierra parecía temblar. Apareció el viento en persona:


—¿Qué tal arbolito? —rugió el viento—, así que no soy lo bastante potente para ti, y te tengo miedo? ¡Ja, ja, ja!

Al sonido de su risa todos los arboles del bosque se inclinaron atemorizados.
—Has de saber que si hasta ahora te he dejado en paz ha sido porque das sombra y cobijo al caminante, ¿No lo sabías?

—No, no lo sabía.

—Pues mañana a la luz del sol tendrás tu castigo, para que todos vean lo que les ocurre a los soberbios, ingratos y necios.

—Perdón, ten piedad, no lo haré más.

—¡Ja, ja, ja, de eso estoy seguro, ja, ja ja!



Mientras transcurría la noche el árbol meditaba sobre la terrible venganza del viento. Hasta que se le ocurrió un remedio que quizás le permitiese sobrevivir a la cólera del viento.
Se despojó de todas sus hojas y flores. De manera que a la salida del sol, en vez de un árbol magnífico, rey de los bosques, el viento encontró un miserable tronco, mutilado y desnudo.


Al verlo, el viento se echó a reír, cuando pudo parar le dijo así al árbol:

—En verdad que ahora ofreces un espectáculo triste y grotesco. Yo no hubiese sido tan cruel, que mayor venganza para el orgullo que la que tu mismo te has infringido, de ahora en adelante, todos los años tu y tus descendientes, que no quisisteis inclinaros ante mi, recuperarás esta facha, para que nunca olvidéis que no se debe ser necio y orgulloso.


Por eso los descendientes de aquel antiguo árbol pierden las hojas en otoño. Para que nunca olviden que nada es más fuerte


“La soberbia nunca baja de donde sube, porque siempre cae de donde subió”.

Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español

domingo, 16 de enero de 2011

La soberbia


Comienzo este post de hoy contándoos una anécdota que a su vez me contaba una amiga mía hace tiempo. Cuando era pequeña vivía subida en las nubes. Siempre había sido una buena estudiante, líder en el grupo de iguales, halagada por profesoras y querida por su familia. Tanta perfección le trajo consecuencias.

Un día al llegar la adolescencia, tras una discusión con su madre, esta se fue a su habitación y volvió con un pequeño librito. Se lo ofreció y le dijo: “Lo he comprado para ti. Me gustaría que lo leyeras”. En medio del enfado y altanería, mi amiga leyó el título y, de golpe, le cambió la expresión de su rostro y la postura de su cuerpo. Ponía: “Soberbia ¿yo?”. Mi amiga, ya a solas, se dio cuenta de que efectivamente padecía de soberbia. Y ahí comenzó su trabajo personal para convertirse en una persona humilde.


Confieso que me fascina este pecado. Es realmente peligroso puesto que consiste en una deformación de la percepción de la realidad de uno mismo por exceso. ¿Qué significa esto? Como dice Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría, significa que la persona soberbia se concede más méritos de los que tiene. Es la trampa del amor propio: estimarse muy por encima de lo que uno vale. Es falta de humildad y por tanto, de lucidez. La soberbia es la pasión desenfrenada sobre sí mismo. Apetito desordenado de la propia persona que descansa sobre la hipertrofia de la propia excelencia. Es fuente y origen de muchos males de la conducta y es ante todo una actitud que consiste en adorarse a sí mismo: sus notas más características son prepotencia, presunción, jactancia, vanagloria, situarse por encima de todos lo que le rodean. La inteligencia hace un juicio deformado de sí en positivo, que arrastra a sentirse el centro de todo, un entusiasmo que es idolatría personal.

…La soberbia es más intelectual y emerge en alguien que realmente tiene una cierta superioridad en algún plano destacado de la vida. Se trata de un ser humano que ha destacado en alguna faceta y sobre una cierta base. El balance propio saca las cosas de quicio y pide y exige un reconocimiento público de sus logros.


Llegados a este punto, resalto algo que también comenta el autor: “Ante la soberbia dejamos de ver nuestros propios defectos, quedando éstos diluidos en nuestra imagen de personas superiores que no son capaces de ver nada a su altura, todo les queda pequeño. … Es una tendencia a demostrar la superioridad, la categoría y la preeminencia que uno cree que tiene frente a los de su entorno”.


Para ilustrar todo esto y llegar a una nueva conclusión, os cuento la fábula del León soberbio:

Un día el viejo león se despertó y conforme se desperezaba se dijo que no recordaba haberse sentido tan bien en su vida.

El león se sentía tan lleno de vida, tan saludable y fuerte que pensó que no habría en el mundo nada que lo pudiese vencer. Con este sentimiento de grandeza, se encaminó hacia la selva, allí se encontró con una víbora a la que paró para preguntarle.
"Dime, víbora, ¿quién es el rey de la selva? le preguntó el león.

“Tu, por supuesto”, le respondió la víbora, alejándose del león a toda marcha.
El siguiente animal que se encontró fue un cocodrilo, que estaba adormecido cerca de una charca. El león se acercó y le preguntó: “Cocodrilo, dime ¿quien es el rey de la selva?”
“¿Por qué me lo preguntas?”, le dijo el cocodrilo, “si sabes que eres tú el rey de la selva”.
Así continuó toda la mañana, a cuanto animal le preguntaba todos le respondían que el rey de la selva era él. Pero, hete ahí que de pronto, le salió al paso un elefante.

“Dime elefante”, le preguntó el león ensoberbecido “¿sabes quién es el rey de la selva?”

Como única respuesta, el elefante enroscó al león con su trompa levantándolo cual si fuera una pelota, lo tiraba al aire y lo volvía a recoger...hasta que lo arrojó al suelo poniendo sobre el magullado y dolorido león su inmensa pata.

“Muy bien, basta ya, lo entiendo”, atinó a farfullar el dolorido león, “pero no hay necesidad de que te enfurezcas tanto, porque no sepas la respuesta”.


Efectivamente. A la soberbia le cuesta ver sus defectos, pero además, reconocer las virtudes ajenas. Ha de mantenerse por encima de los/as demás.

En este caso, el león necesitaba oír de sus semejantes lo superior que era. Sin embargo, no todas las personas orgullosas (como sinónimo en este caso) necesitan el halago de los otros/as ya que se valen solitos/as para elogiarse a antojo tanto si es a tiempo como si no.

Lo que yo he observado en este tipo de personas es la capacidad que tienen para crear sobre si mismas una atmósfera grandiosa, donde esperan el reconocimiento del resto de individuos.

Se muestran arrogantes, despectivos/as, fríos, impertinentes, mordaces y engreídos/as.


¿El antídoto contra este defecto? La HUMILDAD. La humildad es realista. Es un modo de vida. Sabe de sus virtudes y de sus defectos, y vive respetándolos. Cambia aquello que no le gusta y no se vanagloria de aquello en lo que sobresale. Se convierte en equilibrio cuando se une a la autoestima. Pero es la virtud más difícil de alcanzar. Requiere de templanza, honestidad, serenidad…


Quiero acabar este post con unas palabras de Enrique Rojas que me encantan, y con las que estoy absolutamente de acuerdo. Son de una gran sensibilidad. Aquí os las dejo. Que la disfrutéis…


“Sólo el amor puede cambiar el corazón de una persona. Cuando hay madurez, uno sabe relativizar la propia importancia, ni se hunde en los defectos ni se exalta en los logros. Y a la vez, sabe detenerse en todo lo positivo que observa en los que le rodean. Saber mirar es saber amar. A lo sencillo se tarda tiempo en llegar”.

lunes, 3 de enero de 2011

Consultas Puntuales

Es posible que estés pasando por una mala época, o que lleves algún tiempo pensando que no te vendría mal alguna ayuda fuera de tu entorno más cercano para ver las cosas con otra perspectiva.

Si necesitas poner tus ideas en orden, estás pasando momentos difíciles en tu casa o con tus relaciones sociales, y quieres hacernos alguna consulta, nos ponemos a tu disposición.

Qué mejor que hacerlo con una psicóloga que sepa escucharte y guiarte, a enseñarte a cuestionarte, a pedirle más a la vida y a ti mismo/a. ¡Atrévete a comenzar!
Además, te ofrecemos orientación laboral para que optimices tus recursos personales y consigas tu objetivo en esta área. Estas consultas pueden ser puntuales o continuadas en forma de taller. Da igual la edad que tengas.

¡Ponte en marcha hacia el futuro!

Ponte en contacto a través de:

info@tortugablanca.es - 669 70 28 37