lunes, 28 de marzo de 2011

El agradecimiento como forma de vida



El agradecimiento es una actitud a través de la cual damos un valor especial a las cosas agradecidas ya que así las sabemos apreciar.

Agradecer es una forma de celebrar la vida pues mediante esta técnica somos conscientes de lo valioso en nuestra existencia: de lo más simple a lo más exclusivo. El mero hecho de agradecer lo que nos rodea, provocará que siga presente o que se multiplicado ya que el agradecimiento es:

ü  Una excelente manera de atraer más.
ü  Nos ancla poderosamente en el presente.
ü  Nos hace sentir bien.
ü  El hecho de tener tantas cosas que agradecer nos hará sentir prósperos.

Podemos tener una libreta de agradecimientos donde cada vez podemos ir anotando más motivos para sentirnos agradecidos o bien podemos leer en voz alta las afirmaciones que nosotros mismos podemos crear referente a este tema. En momentos que debemos esperar, por ejemplo, mientras hacemos cola o mientras conducimos, podemos ir repasando las razones por las que vale la pena vivir y que son objeto de nuestro reconocimiento y valoración.

También podríamos tener un Diario del Positivismo donde tomar nota de aquellos pensamientos positivos que se han manifestado en nuestra vida y que nos han traído alegría y felicidad. También podemos esquematizar en ellos los principales puntos que nos permitirán recrearnos y potenciarlos en nuestra vida. Este diario nos permitirá gestionar la fuerza de nuestros pensamientos como herramientas imprescindibles para sentirnos bien y transportar este contento interior en nuestra realidad externa. De hecho, el primer paso para que las cosas funcionen afuera, empieza por alcanzar un buen estado mental de apertura, receptividad y de ilusión y si, además, lo contagiamos a los demás, mejor que mejor.

Hay que involucrarse, responsabilizarse y entusiasmarse en lo que perseguimos, pero desde el primer paso, sin ser así esclavos de la consecución final, sino sentirnos involucrados a cada momento del proceso. De este modo, valoramos y somos conscientes de cada paso del camino y no nos preocupamos y no nos dejamos agobiar innecesariamente por el resultado que pretendemos conseguir. Y lo tenemos que hacer, en primer lugar, desde dentro, desde la firme intención y creencia interna de que las cosas pueden cambiar de forma positiva. Además, abrirse a cada paso es una forma de flexibilizar el proceso pues no lo condicionamos únicamente a la consecución de nuestras expectativas, de esta manera, si es necesario cambiar algún paso o incluso modificar el objetivo, sabremos hacerlo sin sentirnos mal por ello.

Así pues, nuestra felicidad no debe depender del resultado final, sino de que cualquier ocasión resulta óptima para adoptar una visión entusiasta de nuestras experiencias y agradecerlas en cada momento. Por tanto, cada experiencia puede tener la finalidad: de ser felices y para ser feliz, hay que sentirse bien con lo que estamos haciendo. Otra de las finalidades puede ser la de alcanzar la serenidad suficiente para aceptar o cambiar los hechos, cuando no salen como esperábamos. Hacer lo que nos gusta es una manera de ser feliz y aceptar que las cosas no son siempre como deseamos, es otra. La razón de esto reside en una sabiduría sublime y misteriosa que se esconde en el sentido de la vida y que nos abre a lo inesperado de la vida y a la aceptación de que las cosas no siempre salen según lo previsto. Sin embargo, cuanta más perseverancia y fe en uno mismo, más posibilidades de conseguir nuestras metas y si, ademas, lo sabemos agradecer, mejor. La fe en uno mismo es la mejor aventura que podemos tener.

Agradecer lo que somos y lo que queremos ser, incluso, antes de que haya pasado, nos ayudará a obtenerlo. Por lo tanto, desde el momento presente, ponemos en marcha los mecanismos necesarios para mejorar nuestra realidad, agradeciendo todo lo bueno y todo lo que deseamos que se manifieste como un regalo a nuestras vidas. Eso sí, el agradecimiento también incluye agradecer que no nos pasen cosas malas y que, algunas imprevistas, que nos han dejado importantes lecciones que aprender, hayan sucedido para nuestro bien. 


Artículo escrito por María Jesús Verdú Sacases

Gracias por tu generosidad, María Jesús. Es un placer contar con tus escritos.

viernes, 18 de marzo de 2011

La Verdad


Este post viene motivado por el descubrimiento de las mentiras de alguien cercano a mi. Esta persona miente a menudo. No en grandes cosas, sino en cuestiones tan nimias que me cuesta entender los motivos de esas mentiras. Y eso me ha hecho reflexionar mucho. También querer aprender más acerca de este tipo de debilidades personales, y por eso encontré esta historia que hoy comparto con vosotros/as.

La verdad. Cuántas veces le pedimos a quien tenemos en frente que nos diga la verdad. Es un bien preciado porque hace libre a quien la ejerce. Sin embargo, nos cuesta ponerla en marcha en muchas ocasiones, Y lo cierto es que la verdad es escondida por quien se juzga a si mismo.

Ahí va el cuento de hoy:

Los discípulos de un rabino, famoso por ser erudito y fino, le preguntaron por qué acostumbraba a esclarecer la verdad contando una historia.
Él respondió:
- Todo esto puedo explicarlo contando una parábola sobre la propia Parábola.
"Un dia, la Verdad andaba visitando a los hombres sin ropa y sin adornos, tan desnuda como su nombre.
Y todos que la veían, le daban la espalda de miedo o de vergüenza y nadie le daba la bienvenida.
Así, la Verdad recorría los confines de la Tierra, despreciada y apartada.
Una tarde, muy desconsolada y triste, la Verdad encontró a la Parábola que paseaba alegremente, con una ropa muy bella y colorida.
Verdad, ¿por qué estás tan abatida? - le preguntó la Parábola.
- Porque soy tan vieja y fea que los hombres me evitan, replicó la Verdad.
Qué disparate, - dijo la Parábola, riendo.
- No es por eso que los hombres te evitan. Toma, ponte una de mis ropas y fíjate lo que pasa.
Entonces, la Verdad se puso una de las lindas prendas de la Parábola y de repente, en todos los lugares por donde pasaba, era bienvenida.
El rabino sonrió e concluyó: Pues la verdad es que a los hombres no les gusta encarar a la Verdad desnuda...
Ellos, prefieren disfrazarla.
Desconocido


Fuente: enbuenasmanos.com

lunes, 14 de marzo de 2011

Me doy permiso para...

Me doy permiso para... ser


Ha llegado a mi este texto que hoy quiero compartir. Dice algo fundamental: ME DOY PERMISO PARA…
  • Me doy permiso para separarme de personas que me traten con brusquedad, presiones o violencia. No acepto ni la brusquedad ni mucho menos la violencia aunque vengan de mis padres o de mi marido, o mujer.
    Ni de mis hijos, ni de mi jefe, ni de nadie.
    Las personas bruscas o violentas quedan ya, desde este mismo momento fuera de mi vida.
    Soy un ser humano que trata con consideración y respeto a los demás. Merezco también consideración y respeto.

  • Me doy permiso para no obligarme a ser "el alma de la fiesta", el que pone el entusiasmo en las situaciones, ni ser la persona que pone el calor humano en el hogar, la que está dispuesta al diálogo para resolver conflictos cuando los demás ni siquiera lo intentan.
    No he nacido para entretener y dar energía a los demás a costa de agotarme yo: no he nacido para estimularles con tal de que continúen a mi lado.
    Mi propia existencia, mi ser; ya es valioso.
    Si quieren continuar a mi lado deben aprender a valorarme.
    Mi presencia ya es suficiente: no he de agotarme haciendo más.

  • Me doy permiso para no tolerar exigencias desproporcionadas en el trabajo.
    No voy a cargar con responsabilidades que corresponden a otros y que tienen tendencia a desentenderse.
    Si las exigencias de mis superiores son desproporcionadas hablaré con ellos clara y serenamente.

  • Me doy permiso para no hundirme las espaldas con cargas ajenas.

  • Me doy permiso para dejar que se desvanezcan los miedos que me infundieron mis padres y las personas que me educaron. El mundo no es sólo hostilidad, engaño o agresión: hay también mucha belleza y alegría inexplorada. Decido abandonar los miedos conocidos y me arriesgo a explorar las aventuras por conocer.
    Más vale lo bueno que ya he ido conociendo y lo mejor que aún está por conocer. Voy a explorar sin angustia.

  • Me doy permiso para no agotarme intentando ser una persona excelente.
    No soy perfecto, nadie es perfecto y la perfección es oprimente.

  • Me permito rechazar las ideas que me inculcaron en la infancia intentando que me amoldara a los esquemas ajenos, intentando obligarme a ser perfecto: un hombre sin fisuras, rígidamente irreprochable. Es decir: inhumano.
    Asumo plenamente mi derecho a defenderme, a rechazar la hostilidad ajena, a no ser tan correcto como quieren; y asumo mi derecho a ponerles límites y barreras a algunas personas sin sentirme culpable.
    No he nacido para ser la víctima de nadie.

  • Me doy permiso para no estar esperando alabanzas, manifestaciones de ternura o la valoración de los otros.

  • Me permito no sufrir angustia esperando una llamada de teléfono, una palabra amable o un gesto de consideración. Me afirmo como una persona no adicta a la angustia.
    Soy yo quien me valoro, me acepto y me aprecio No espero a que vengan esas consideraciones desde el exterior.
    Y no espero encerrado o recluido ni en casa, ni en un pequeño círculo de personas de las que depender.
    Al contrario de lo que me enseñaron en la infancia, la vida es una experiencia de abundancia.
    Empiezo por reconocer mis valores, Y el resto vendrá solo. No espero de fuera.

  • Me doy permiso para no estar al día en muchas cuestiones de la vida:
    no necesito tanta información, tanto programa de ordenador, tanta película de cine, tanto periódico, tanto libro, tantas músicas.
    Decido no intentar absorber el exceso de información. Me permito no querer saberlo todo. Me permito no aparentar que estoy al día en todo o en casi todo.
    Y me doy permiso para saborear las cosas de la vida que mi cuerpo y mi mente pueden asimilar con un ritmo tranquilo.
    Decido profundizar en todo cuanto ya tengo y soy. Con lo que soy es más que suficiente. Y aún sobra.

  • Me doy permiso para ser inmune a los elogios o alabanzas desmesurados:
    las personas que se exceden en consideración resultan abrumadoras. Y dan tanto porque quieren recibir mucho más a cambio.
    Prefiero las relaciones menos densas.
    Me permito un vivir con levedad, sin cargas ni demandas excesivas. No entro en su juego.

  • Me doy el permiso más importante de todos: el de ser auténtico. No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan, que me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer.
    Si intentan presionarme para que haga lo que mi cuerpo y mi mente no quieren hacer, me afirmo tranquila y firmemente diciendo que no. Es sencillo y liberador acostumbrarse a decir "no".

  • Me doy el permiso más importante de todos: el de ser auténtico. No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan, que me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer.
    Elijo lo que me da salud y vitalidad. Me hago más fuerte y más sereno cuando mis decisiones las expreso como forma de decir lo que yo quiero o no quiero, y no como forma de despreciar las elecciones de otros. No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos alegre, lo estoy; si un día señalado del calendario es socialmente obligatorio sentirse feliz, yo estaré como estaré.

  • Me permito estar tal como me sienta bien conmigo mismo y no como me ordenan las costumbres y los que me rodean: lo "normal" y lo "anormal" en mis estados emocionales lo establezco yo.


 

lunes, 7 de marzo de 2011

Aceptar y ser aceptado: La fábula del Puercoespín

La fábula del puercoespín


Para cualquiera de las personas que habitamos la Tierra, cambiar y abandonar el estado anterior  nos resulta incómodo, molesto en ocasiones, difícil… Hay a quienes les resulta más sencillo ponerse manos a la obra, o simplemente oponen menos resistencia ante los cambios que la vida les propone. Pero hay una cosa que nos gusta a todo el mundo: que los demás se acomoden a nosotros/as , y no yo al resto.
En mi consulta de psicoterapia escucho mucho una frase, y especialmente cuando se trata de parejas: “Quiero que cambies”. No es exclusivo de las relaciones amorosas. También queremos que nuestro amigo/a cambie.
Hoy os traigo una fábula que habla precisamente de esto. Espero que os guste y os lleve a reflexionar acerca de algunas de vuestras relaciones, o simplemente sobre el concepto de amistad, amor, pareja… que actualmente tenéis.
Una vez más… Ahí va:

Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío.
Los puercoespín dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se  abrigarían y protegerían entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que justo ofrecían más calor. Por lo tanto decidieron alejarse unos de otros y empezaron a morir congelados.
Así que tuvieron que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o  desaparecían de la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con una persona muy cercana puede ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.
De esa forma pudieron sobrevivir.

Moraleja
: La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en la que cada individuo admira las cualidades de los demás y aprende también a vivir con  sus defectos.