miércoles, 23 de septiembre de 2009

La felicidad

Hace unos años escuche una canción cuyo estribillo hablaba de los mejores años de la vida de una persona, y los centraba aproximadamente entre los 20 y 30 años. En aquel momento no me llamó especialmente la atención porque puede que estuviera de acuerdo, o simplemente no resonó en mí lo que dejaba entrever.



Significa que el resto de la vida no aporta tanta felicidad como esos años? Cuál es tu visión al respecto?




Para mí lo más importante es que podamos hacer de cada ciclo vital una época en sí misma para la felicidad.

Es importante que cada persona tenga proyectos vitales, redes sociales que nos llenen de experiencias, y que los pasos que demos tengan un sentido (al menos la mayoría de las veces).



La felicidad consiste es saber realmente lo que se quiere por un lado (lo que resulta nada fácil), y por otro en querer lo que hacemos. Esta es la situación ideal.

Y tú, ¿eres feliz? ¿Quieres lo que haces y, coincide con lo que quieres hacer? ¿Sabes lo que quieres y lo estás alcanzando?



Laura

martes, 8 de septiembre de 2009

Las personas de nuestra infancia



Hace unos meses tuve la suerte de participar en un encuentro, o mejor dicho reencuentro, con la gente con la que había crecido y estudiado hasta los 14 años. Hacía otros 16 años que no nos veíamos, y suponía para mí una felicidad enorme retomar el contacto diversos motivos: porque las despedidas no habían sido realizadas en aquel tiempo con todo el mundo, porque sentía curiosidad por saber qué elecciones habían tomado en su vida, y sobre todo porque les seguía queriendo. Sin duda, los vínculos tan tempranos a mi me han dejado huella. Me sorprendió increíblemente sentir tanta cercanía con gente prácticamente desconocida… no lo puedo explicar, pero para mi fue especial, muy especial.



Y también, días después, me tuvo pensando este fantástico encuentro con mis compañeros/as de infancia… Cuando estaba en el colegio, el profesorado, a través de sus juicios, de los comentarios, o simplemente el trato preferente hacia algunos niños, nos daba pistas acerca del rol que cada uno/a podíamos adoptar (y muy probablemente adoptaríamos). Así, había un grupo de torpes, otro de inteligentes y que tenían un futuro prometedor, el grupo de las balas perdidas, el de los invisibles… y todo esto con matices personales, dedicados a cada niño/a de manera individual. Y eso nos marcó. Quizás no determinantemente a muchos, pero si a otros. Puede que los más fuertes salieran del rol asigado si no les gustaba, que fueran capaces de evolucionar, y sobre todo de no creerse aquello que se nos transmitía. Imagino que otros no fueron tan capaces. Y me acuerdo de lo que escribía hace un tiempo acerca de la profecía autocumplida; aquella que hablaba de la influencia que las ideas y las palabras ejercen sobre nuestro comportamiento, y en definitiva sobre la realidad.



Sin duda, las expectativas que pusieron sobre muchos/as de nosotros/as nos ayudaron a superarnos, tanto cuando queríamos demostrar que no era cierto aquello que se manifestaba de nosotros/as como cuando queríamos no defraudar o seguir siendo “queridos”. Pero no siempre nos ayudaron las que negaban las capacidades que estaban, pudiera ser que aletargadas, pero presentes y con todo su potencial preparado para ser desplegado. Como escuché una vez en una famosa película: “Lo malo es mucho más fácil de creer”. Y añado: y, por tanto, de asumir.

Siendo honesta conmigo misma sé que, probablemente y porque fue el modelo que aprendí, cometeré el error de poner en mis hijos/as y sobrinos/as mis expectativas, de insistir en no dejar que salga lo bueno que cada niño/a tiene y darle la libertad de explorarlo con tiempo, sin prisa y con amor. Pero sí he decidido y sé que procuraré tenerlo muy presente para evitarlo en la medida de lo posible. Quizás sea un homenaje a esos niños/as que fuimos una vez, y que aprendimos desde pequeños/as a superar las adversidades del camino.

Laura