Lo primero que quiero es disculparme por la tardanza en escribir. He tenido unos meses realmente movidos y mis tiempos se han visto reducidos por las mil y una cosas que tenía entre manos. Sigo con mucho lío, pero no quería dejar pasar más tiempo. Gracias por vuestra paciencia :)
Hace unos días me ocurrió algo que me sirvió de aprendizaje. Fue una cosa sencilla, de esas que seguramente pasan a diario y de las que no nos percatamos. Sin embargo, esta vez tuve la suerte de darme cuenta y tomar el aprendizaje que de eso salió... Mejor os cuento:
Estábamos cenando mi marido y yo una noche de estas.Ya habíamos llegado al postre. Él había escogido unos nísperos, y yo le observaba en medio de la conversación que manteníamos. Hasta aquí todo normal :)
Cogió el primer níspero, le dio un buen bocado y de repente le cambió el gesto. Estaba amargo... su cara lo decía todo. Sin más, lo dejó en su plato y cogió el siguiente. Para mi sorpresa, con rapidez y sin temor a repetir la experiencia, mordió con gusto el siguiente níspero. Yo pensaba (inconscientemente según me di cuenta) que mordería con miedo o con desconfianza la siguiente fruta, pero no! ni se lo pensó no le condicionó para nada la experiencia. Como si de sucesos independientes (en probabilidad matemática) se tratara... así trató al níspero segundón. Y es que... ¡¡¡eran sucesos independientes!!!
¡Me encantó!
¡¿Cuántas veces hacemos algo, fracasamos y no volvemos a repetir la operación por miedo a obtener el mismo resultado?!
¡¿Cuántas veces vamos con miedo a hacer aquello que nos explotó en la cara cuando no lo esperábamos?!
Cuando la situación es distinta, los elementos son distintos y nosotros/as mismos/as somos distintos.... ¿por qué temer? ojalá nos llenáramos de confianza en el futuro, en la vida, en nosotros/as cada vez que hacemos las cosas...
Yo me cuestioné mis comportamientos gracias a ese simple momento. Para mi fue revelador. Y he decidido decidir cómo vivir las segundas experiencias.
¿Y tú?, ¿qué decides?
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