Recuerdo un capítulo de Sexo en Nueva York donde aparece una invitación de boda con esa cita “dos almas, un solo pensamiento”; a lo que una de las protagonistas comenta “cuando entre dos personas solo existe un pensamiento es que hay algún problema”.
Y es que la idea romántica de que cuando dos personas se aman llegan a convertirse en una sola puede hacernos perder nuestra identidad. Ser implica tomar decisiones, compartir, crear, responsabilizarse y construir. Estar en pareja supone “ser con otra persona”, no “ser otra persona”.
El mito de que existen las almas gemelas, la media naranja, limita las posibilidades de elegir la forma en que quiero estar con mi pareja y la forma en que decido “ser en pareja”.
Parece que nos asustará encontrar diferencias de pensamiento con respecto a nuestra pareja; es como si eso nos separara. Os invito a hacer una prueba, pensad en un amigo/a íntimo/a o en un miembro de vuestra familia con el que tengáis buena relación: ¿estáis de acuerdo en todo?, ¿nunca habéis enfrentado ideas?
Seguro que tenéis ideas distintas incluso en cuestiones importantes, pero eso no hace tambalear vuestra relación. Sin embargo, la relación de pareja, al colocarse a un nivel superior del resto de relaciones que podamos entablar, nos provoca incertidumbre la diferencia.
El primer fallo reside precisamente en supravalorar la relación de pareja, esperar que haya una persona que me complemente supone dar por hecho que me falta algo y, en ese caso, es cuando resulta vital encontrar a alguien que me haga ser completa. Esta idea no es nueva, ya la hemos comentado en artículos anteriores; sin embargo, aparece necesariamente cuando buscamos rescatar a la persona de un pensamiento alineante: “tengo que ser tú y tú tienes que ser yo: somos pareja”.
Estimados/as amigos/as, el término pareja viene de par, esto es, dos; por tanto, sed, vivid y pensad como dos personas distintas que disfrutan compartiendo, creando y caminando juntas………. pero no tan revueltas que se olviden de quienes son.
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