viernes, 28 de mayo de 2010

Sobre la responsabilidad de lo que decimos

Expresarnos con libertad es un derecho adquirido que, como todos, también tiene sus limitaciones. La libertad de expresión no pasa porque yo pueda en cada momento decir lo que pienso, si eso que pienso agrede a la persona que tengo en frente. En el momento en que mi opinión se transforma en agresión la libertad se ha quedado en algún momento del proceso; rezagada por la vergüenza de observarse manipulada para insistir en el mantenimiento de una sociedad desigual, discriminatoria e irrespetuosa.

Somos responsables de aquello que hacemos y por supuesto, también de lo que decimos. Juzgar, criticar y cuestionar son la expresión más negativa del lenguaje. Cuando el juicio y la crítica se ponen en marcha sin la compañía de la humildad pueden resultar muy perjudiciales.

Respeto y humildad han de ir siempre de la mano, sólo así aquello sobre lo que hablemos podrá ser aceptado. Humildad y respeto…sin ellos nos perdemos como seres sociales y nos convertimos en individualistas que hacen uso de su ignorancia para atreverse a cuestionar aquello que desconocen; a juzgar a quienes consideran distintos; y a invalidar la pluralidad de ideas, personas…almas. Dejamos de ser porque nos falta humildad y no dejamos ser porque nos falta respeto.

Cada día me reitero en la necesidad de escuchar y escucharnos; de aceptar a los demás y de aceptarnos; de reconocer y de reconocernos; para vivir en consonancia con un mundo donde la mezcla –de ideas, espíritus, intelectos- es sinónimo de riqueza, crecimiento y responsabilidad.

Patricia

sábado, 22 de mayo de 2010

Sobre los hij@s

¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?

(San Mateo 16, 26)

Y el alma se pierde cuando no asumimos nuestras responsabilidades; cuando quienes dependen de nosotr@s deben compensar nuestras debilidades; cuando la madurez pasa de largo porque no hemos preparado su hueco en el armario.

Tener hij@s es un gran acto de generosidad: reconocer que estos son para la vida y que algún día formarán parte de ella más que de nosostr@s. Pero hasta ese momento no pueden ni deben ser testigos ni cómplices de nuestros miedos, temores y complejos.

Intentar compensarles regalándoles un mundo cuando no podemos llenar su alma de la paz y la alegría que merecen se puede considerar una muestra de irresponsabilidad.

Tal afirmación, conocida y reconocida por las familias es, por el contrario, muy poco asumida. La vorágine del día a día la convierte en un estorbo, pensar en ella nos obligaría a parar y comenzar una andadura hacía nuestro interior. Por ello, es necesaria una apuesta por reconocernos, mostrar nuestros miedos y frustraciones para ir resolviendo e impedir que sean nuestros hij@s quienes carguen con nuestra mochila.

Patricia

martes, 18 de mayo de 2010

¿Amor o dependencia?

La pareja la forman dos personas distintas, con vivencias distintas, personalidades propias y gustos definidos con anterioridad. Éstos se irán redefiniendo a lo largo de la vida y en base a las diferentes experiencias personales que se van protagonizando; sin embargo, no será la pareja el único ambiente influyente ni por la que ser deban ejecutar dichos cambios. Dos personas que deciden entablar una relación de pareja deben tener unos objetivos comunes pero, por la propia salud de la propia pareja, no deben renunciar a su esencia individual.

Esta afirmación que resulta evidente y sencilla, en la práctica real no es tan común y no siempre se le da el valor necesario. En ocasiones se supravalora el hecho de estar en pareja, y se llega a crear cierta dependencia donde, cuesta alcanzar el equilibrio entre el tiempo que se comparte y el tiempo que nos dedicamos a nosotr@s mism@s. Una relación madura pasa porque los dos miembros de la pareja sean maduros, y la dependencia, sea del tipo que sea, siempre aleja a la persona de la madurez.

Algunos mitos ayudan a crear relaciones dependientes, la idea de que el amor implica sacrificios provoca en ocasiones perdernos en esa forzosa adaptación al otro/a. El amor, el estar en pareja lleva implícito, como todas las relaciones humanas, negociar, conceder y aceptar: todas acciones positivas que distan con mucho del sacrificio.

Atender nuestras inquietudes no es un acto egoísta ni individualista: al contrario, se puede traducir como un acto de generosidad para con el otro, además de una necesidad para sentirnos más realizados y satisfechos. De esta manera, vivimos la vida que queremos, nos llenamos de otras cosas que después podemos compartir con nuestra pareja en vez de limitarnos y llenarnos de frustraciones. Preservar nuestra parcela vital y cultivar relaciones sociales con independencia de la pareja, nos ofrece una visión más amplia de aquello que nos acontece y nos aporta la serenidad necesaria para sabernos autosuficientes. Somos seres sociales, pero no necesariamente dependientes.

Patricia

viernes, 14 de mayo de 2010

Acerca de la comunicación en la pareja

La comunicación dentro de la pareja es una fuente inagotable sobre la que realizar estudios, análisis y comentarios, desde diferentes orientaciones psicológicas y sociológicas se han interesado por las fórmulas de relación y comunicación que se viene dando en la pareja. El resultado suele ser la definición de estructuras complejas donde las variables que intervienen son tan difusas que de nuevo nos perdemos en la comunicación, esta vez la nuestra y nos quedamos sin entender a la pareja.



Suele ocurrir que por elaborar grandes teorías nos olvidamos de los ingredientes fundamentales y para justificar tantas horas de estudio, dejamos de lado a quien siempre debiera acompañarnos: el sentido común.

Si lo que deseamos es tener una buena comunicación con nuestra pareja, lo primero que debemos hacer es comunicarnos. Sí, sí, parece una obviedad pero es necesario recordarlo y, por supuesto si deseas mantener una comunicación efectiva es preciso contar con grandes dosis de humildad: admitir los errores, pedir perdón cuando sea necesario, tener en cuenta la posibilidad de estar equivocado son algunos ejemplos. ¿Te reconoces en ellos?



Aquí van algunas ideas saludables acerca de la comunicación:



- Cuando algún comportamiento, idea o comentario de tu pareja no te ha gustado tómate el tiempo necesario para pensar exactamente en lo que te ha molestado. Cuando tengas las ideas claras explícaselo a tu pareja; es más fácil llegar a un acuerdo en ese momento que dejarlo pasar porque quizá cuando lo retomes haya perdido su sentido.



- Cuando os encontréis ante una diferencia fijaos en las posibles alternativas de solución; centrarse en el problema sólo lo convierte en algo más pesado. Si nos fijamos en lo que nos separa no llegaremos a ver lo que nos une.



- Recuerda que cada persona tiene una forma distinta de entender las cosas, eso no significa que no podáis estar de acuerdo pero tampoco que necesariamente tengas la verdad absoluta en tus manos: en la diversidad está la riqueza y en la variedad el gusto.

- Aprende a escuchar: a escucharte a ti y a tu pareja. Sois dos personas independientes pero lo que os une es importante, podréis deciros todo aquello que necesitéis siempre que el respeto sea la guía de vuestra conversación.



- No te avergüences de preguntar todo aquello que te resulte extraño, lejano o que simplemente quieras aclarar. Haz todas las preguntas necesarias hasta entender bien la postura del otro/a, trata de ponerte en su lugar, averigua lo que siente y trata de buscar los puntos en común.



- No temas la confrontación de ideas; la pareja no se forma de dos personas que piensen lo mismo, sino de dos personas que se entienden y deciden compartir la vida –cómo ellas decidan compartirla-.





¿Qué te parecen? ¿Qué añadirías según tu propia experiencia?...



Patricia

martes, 11 de mayo de 2010

Tu familia está entre tú y yo II

La vida en pareja es muy bonita y gratificante si sabemos mantener los límites y ceder cuando debemos hacerlo. Por eso, en relación al post “Tu familia está entre tú y yo”, hoy me gustaría dejaros una lectura que me encantó cuando la leí hace algunos años ya, y que me devolvió a la mente muchas situaciones semejantes que yo misma había vivido y protagonizado. Está sacada del libro de Jorge Bucay, “Cartas para Claudia”. Se trata de un ejemplo de cómo hacemos cosas al “estilo familiar”, y las defendemos y defendemos cuando en realidad son prescindibles, inútiles para nosotros/as ahora y pueden poner en riesgo nuestra tranquila vida en pareja. Mi propuesta: reflexionad antes de hablar, tomad decisiones en conjunto y con la filosofía del GANAR-GANAR (ambas partes salen ganando).

Aquí os dejo este texto. Disfrutad de este nuevo aprendizaje…

ACTO PRIMERO

(En casa de la pareja) Un hermoso jamón al horno que ha cocinado la esposa para su marido por primera vez.

¿Para qué le cortaste la punta? (él lo prueba).- Está exquisito-

ELLA.- El jamón asado al horno se hace así.

EL.- Eso no es cierto, yo he comido otros jamones enteros.

ELLA.- Puede ser, pero con la punta cortada se cocina mejor.

EL.- ¡Es ridículo! ¿Por qué?

ELLA (duda).- Mi mamá me lo enseñó así.

EL.- ¡Vamos a casa de tu mamá!

ACTO SEGUNDO

(En casa de la madre de Ella)

ELLA.- Mamá, ¿Cómo se hace el jamón al horno?

MADRE.- Se lo adoba, se le corta la punta y se lo mete al horno.

ELLA (a El). .- ¡¿Viste?!

EL.- Señora, ¿y para qué le corta la punta?

MADRE (duda).- Bueno... el adobo... la cocción... ¡mi madre me lo enseñó así!

EL.- ¡Vamos a la casa de la abuela!

ACTO TERCERO (En casa de la abuela de Ella)

ELLA.- Abuela, ¿cómo se hace el jamón al horno?

ABUELA- Lo adobo bien, lo dejo reposar tres horas, le corto la punta y lo cocino a horno lento.

MADRE (a El).- ¡¿Viste?!

ELLA (a El).- ¡¿Viste?!

EL (porfiado).- Abuela, ¿para qué se le corta la punta?

ABUELA.- Hombre, ¡le corto la punta para que me pueda entrar en la asadera! Mi horno es tan pequeño que...



Laura

viernes, 7 de mayo de 2010

Tu familia está entre tú y yo



Hay muchos motivos por los que pelearse con nuestra pareja, pero hay uno que es letal si no se trata de controlar con cabeza, humildad y sentido común: la familia de origen.

Cuando comienza la convivencia, cada miembro de la pareja viene con una historia de vida, una familia a las espaldas y una serie de creencias acerca de cómo hacer, sentir y actuar. Hoy me centraré en esa familia que tenemos y que representa para nosotros/as un aspecto fundamental para nuestra existencia. Tanto es así, que cuando nuestra pareja alude a ella, puede saltar en nosotros/as el resorte por el cual llegamos a plantear un enfrentamiento.



Una de mis maestras, Cristina Pérez Díaz-Flor, dijo que casi nunca las parejas rompen su relación por falta de amor. En realidad, suele ser por estos motivos: la fantasía de estar con otra persona y de que le irá mejor con ella; y la familia de origen. Y estoy absolutamente de acuerdo con ella. A lo largo de mi práctica profesional me he ido encontrando justamente con esto mismo.

Y es que tenemos lealtades hacia las personas que nos han criado, querido, sostenido y acompañado a lo largo de nuestra vida: la familia. Sentimos gratitud en muchos casos, y esa lealtad a veces nos ciega y les defendemos frente a nuestra pareja, incluso cuando no es necesario. Entramos en lucha de poder y tratamos de imponer nuestra forma “familiar” de hacer las cosas, o el tipo de decisiones que hubiera tomado nuestra madre o padre. También, solemos tratar de hacer las cosas como nos han dicho nuestros/as parientes acerca de cómo hay que hacerlas. Y eso, si no se controla, puede ser un gran problema.

Para empezar, cuando nos vamos a vivir con una pareja lo primero que debemos pensar es que se ha formado una nueva familia, y que es fundamental la comunicación y la confianza mutua para que se sostenga esa convivencia. Así, deberemos negociar. Siempre negociar. Y en esa estrategia no entran las imposiciones, ni los gritos, ni los reproches. Solo entra el diálogo calmado, la escucha activa, la comprensión, y una vez más, la confianza mutua. Sin esto, no llegaremos muy lejos. Debemos ser capaces de abandonar nuestra “cultura familiar previa” para hallar una nueva en la que se integren las que traen ambos miembros de la pareja. Y eso supone renuncias, acoples, modificaciones, honestidad y paciencia. También requiere reflexión acerca del mejor modo común de hacer las cosas, de definir juntos el camino, y de que ambas personas ganen. Así es la negociación. Ambas partes deben ganar.



Una de las cosas que suelo decirles a las parejas que acuden conmigo a terapia es: “Recuerda que si tu pareja pierde, tú pierdes. Al fin y al cabo, jugáis en el mismo equipo”.

A veces nos negamos a ver que jugamos en ese mismo equipo (la misma nueva familia), y que si nos dividimos frente al exterior, dejamos de serlo para formar islotes separados que luchan por “vencer” al otro/a. Pensadlo. No tiene ningún sentido. Sin embargo, así lo hacemos en muchos casos si no nos paramos a pensar en estas cuestiones.



¿Te ha pasado? ¿Te resulta familiar? ¿Has pasado una crisis por este tema?



Laura

martes, 4 de mayo de 2010

Sobre el AMOR



Hoy me gustaría compartir con vosotros/as un texto lleno de sabiduría acerca del amor y que apoya los post de la semana anterior. Fue escrito por Kahlil Gibran en su obra El Profeta. En él, habla del Matrimonio, pero realmente no es necesario estar casado para poner en práctica estos consejos. Espero que os guste:

Qué nos diréis sobre el Matrimonio, Maestro?

Y él contestó, diciendo:

Nacisteis juntos y juntos permaneceréis para siempre.

Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte hagan huir vuestros días.

¡Ay!; estaréis juntos hasta en la memoria silenciosa de Dios.

Pero dejad que haya espacios en esa unión vuestra.

y dejad que los vientos de los cielos dancen entre vosotros.

Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura:

Dejad más bien que sea cual un mar que se mueve éntrelas orillas de vuestras almas.

Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de una sola copa.

Compartid vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.

Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno se sienta aparte.


Asi como las cuerdas de un laúd se hallan separadas aunque vibren con la misma música.

Entregaos vuestro corazón, pero sin que por ello dejéis de vigilarlo.

Pues sólo la mano de la Vida puede contener vuestros corazones.

Y estad unidos, pero no demasiado juntos:

Porque los pilares del templo se hallan separadas,

Y, el roble y el ciprés no crecen uno bajo la sombra del otro.

Laura